Caudillos

FRANKLIN BARRIGA LÓPEZ

En la raíz latina capitellium (cabeza) hay que encontrar el significado de cabecilla que refleja directamente las características del caudillo, cuyo protagonismo no es ajeno a la historia y la política.

Exponentes de estos especímenes son en Europa: Adolf Hitler, cuya identidad quedó plenamente singularizada con aquello de füher, al igual que Benito Mussolini de duce. El más claro representante de estos mandatarios fue Francisco Franco, “el Caudillo de España por la Gracia de Dios”, como gustaba que le proclamen y lo hicieron sus seguidores hasta lo increíble.

En Latinoamérica y el Caribe existen nombres que forman parte de estos líderes omnipotentes y de larga data en el gobierno, entre otros: Juan Vicente Gómez y Hugo Chávez (Venezuela); José Gaspar Rodríguez de Francia (Paraguay); Rafael Leónidas Trujillo (República Dominicana); los Duvalier (Papa Doc y Baby Doc, Haití); los Somoza, igualmente padre en hijo ( Nicaragua); Juan Domingo Perón (Argentina).

Ecuador también los tuvo, de diferente pelambre: García Moreno, que por su fanatismo, especialmente, recuerda a Francisco Franco; José María Velasco Ibarra, ilustrado, de fácil verbo, desconcertante en muchas de sus actuaciones pero siempre honrado; recientemente Rafael Correa, que intentó perpetuarse en el poder, al creer lo que sus ovejunos/ovejunas y más lambiscones le susurraban cuando se encontraba gozando de las mieles del poder que degeneró en lo que las autoridades están investigando profusamente.

Por lo general, despotismo, insolencia y corrupción no faltan cuando estos personajes llegan al mando de los países, al creerse predestinados o iluminados por una fuerza superior para regir, a perpetuidad, los destinos del pueblo.
El tiempo es el único encargado de poner las cosas en su sitio.