La Dinastía Xi Jinping

Ugo Stornaiolo

Durante milenios, China fue conocida por sus dinastías, que perduraron hasta el siglo XX. Xia, Shang, Ming o Qing dejaron su legado al mundo gracias a Confucio, Tzun Tzu o Lao Tse e inventos como el papel, la brújula o la pólvora. Pero, también China creó dinastías políticas, tras la Revolución de 1948. Allí surgió Mao Zedong y tras su ocaso, Deng Xiaoping. Hoy hay un nuevo líder hegemónico: Xi Jinping.

Fundada la república en 1921, se quiso volver al imperio, lo que fue frustrado por Sun Yat-sen (padre de la China moderna). Mao quiso eliminar la tendencia dinástica por ser “una práctica burguesa”, pero el sistema socialista impuso la sucesión hereditaria. La eternización de Xi Jinping no es más que la continuidad histórica de un pueblo habituado a gobiernos autocráticos.

Deng Xiaoping, padre de la reforma creó, en 1982, las bases del relevo del poder (no más de 2 mandatos de 5 años y 70 años como límite de edad) con el liderazgo colectivo del Partido Comunista, para evitar la alternancia electoral (reprobada por el sistema chino) y el personalismo.

Tras asumir el poder en 2012, Xi Jinping concentró casi todo el poder de Mao -jefe del Partido Comunista, la milicia y el Estado-. Con la reforma de la semana anterior, el líder vitalicio impondrá su sello personal en la constitución. Su liderazgo superará fácilmente el 2022, pues su popularidad no se discute. Los analistas señalan que no es la vuelta al maoísmo, pues Xi Jinping no lo es. No se sabe el rumbo del cambio, pero tras su primer discurso se vislumbran como objetivos, eliminar rivales y luchar contra la corrupción, que enriqueció a gente del buró político.

Xi Jinping cree que hay que evitar que la reforma económica mine el poder del Partido. Se viene una purga similar a la de la Revolución Cultural de 1966, cuando se limpió la sociedad china de la influencia capitalista. La economía sigue fuerte, pero se desacelera por la deuda de empresas públicas y gobiernos locales, el envejecimiento de la población, el bajo retorno de la inversión y protestas en zonas lejanas a los enclaves tecnológicos. Así, nada como un liderazgo personalista.

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