Lo que está mal en el mundo

En los últimos dos meses en todas partes y por todos los medios se han vertido opiniones sobre los porqués de la rápida difusión del virus chino, sobre la respuesta, generalmente equivocada y lenta, de los gobiernos, sobre la conducta irresponsable de los ciudadanos aquí y allá. Las teorías son tantas como los autores.

Con toda conciencia para este artículo me he apropiado del título de un libro de Chesterton publicado hace más de un siglo pero tan actual como la dichosa pandemia. Cuentan que cuando a este formidable escritor se le preguntaba qué está mal en el mundo, solía responder :“Yo”. Y hacia allá va mi contribución, una entre miles. Lo que anda mal en el mundo somos nosotros, usted y yo, cuando dejamos de ver las cosas desde el punto de vista de la moral; en otras palabras cuando hemos olvidado, y muchas veces despreciado, las enseñanzas de nuestros mayores sobre un punto básico de la vida: existen acciones buenas y acciones malas.

Si usted y yo nos fijamos tan solo en el éxito material, sin importar los medios empleados para alcanzarlos, hemos colaborado para que el mal reine en el mundo. Dentro del éxito material pongamos todo lo que seduce y atrae al ser humano desde cuando Adán y Eva abandonaron el Paraíso, para decirlo en términos bíblicos. Hablemos de la política a la manera de Maquiavelo, de la economía esclava de la ganancia salvaje, del placer alcanzado con el atropello de la dignidad de otros. En resumen cuando usted y yo nos ponemos en el centro del mundo le estamos añadiendo un poco más de mal.

Habrá ocasiones en que usted, a lo mejor, tiene su responsabilidad disminuida, ya que nunca le enseñaron ni en su casa ni en la escuela, la diferencia entre el bien y el mal (yo no tendría justificación porque sí recibí esas directrices). Alguien podrá alegar que los grandes conductores del mundo nos imponen una diferente visión de la realidad (el Nuevo Orden Mundial) y casi no tenemos opción de rebelarnos. Pero no se olvide de que usted y yo tenemos una conciencia que nos habla, aunque sea en sordina. Somos responsables.