Salto al vacío

El panorama electoral es más incierto aún con la salida de los dos grandes electores: Jaime Nebot y Rafael Correa debido a varias razones. Su votación no es transferible a ningún candidato, porque nuestra cultura privilegia la personalización de la política. Por lo tanto, la gente vota por el uno o por el otro y no precisamente por sus elegidos. En este mismo escenario, las demás candidaturas tampoco la tienen ganada. Esto no le coloca a Guillermo Lasso en la presidencia ni tampoco a otro. Hasta el momento hay pretensiones y buenas intenciones. La campaña electoral es muy reñida por la atípica que se presenta en tiempos de coronavirus, pero sobre todo, por la desafección por la política.

El Gobierno tampoco puede cantar victoria con su candidato, porque detrás está un conjunto de promesas incumplidas, el manejo poroso de las diversas crisis (económica y política) y la incapacidad de descorreizar, totalmente, su Gobierno. En otras palabras, la gestión política está en crisis por la misma responsabilidad de sus mismos operadores. Hay causas estructurales y coyunturales que lo explican. El mesianismo y populismo genéticos en la cultura política, la miopía de las elites económicas que han resguardado sus intereses con apoyos puntuales a desastrosos gobiernos y la danza de la corrupción que lo ha carcomido todo. En pandemia, los corruptos no han respetado ni siquiera la vida de las personas.

Esta crisis del sistema político, sin embargo, puede advertir una gran oportunidad para revertir los vicios de toda la vida: nuevos liderazgos, lo que significa decir no a nuevos rostros con las mismas prácticas. Sí a verdaderos promotores del cambio. Después, anteponer el proyecto de país a las candidaturas. Entonces, primero el diseño de la propuesta colectiva, democrática, ética y técnica, y luego identificar a los facilitadores más idóneos para conducir el proceso. La necesidad de una gran voluntad ciudadana para transformar las cosas es impostergable, urgente y vital. La paradoja, porque estamos al borde del precipicio, ¿caemos o cambiamos las cosas?