FRONTERA NORTE

La frontera norte, históricamente ha vivido procesos intensos y complejos, a causa de su propia naturaleza. Las áreas fronterizas de los países siempre serán sensibles, pues no solo se ajustan a las políticas internas del país, sino, inevitablemente, impactan al instante las decisiones tomadas por el vecino.

Durante la última parte del siglo XX, la correlación económica comercial le favorecía al país por la constante devaluación de la moneda de la época, y en el área fronteriza, la suerte le sonrió a los tulcaneños, nativos o incorporados.

Años más tarde, con la conversión de la moneda, la balanza se inclina al otro lado del río, en un proceso lento, que se pronuncia drásticamente con alguna tardanza y, a su vez, dio un plazo prudencial para que los sectores económicos y productivos se adaptaran a los nuevos tiempos. En cambio, los vecinos caminaron más rápido y tienen en los acuerdos de libre comercio con otros países una punta de lanza que les permite dar batalla a sus vecinos del sur.

Es el momento histórico de asumir retos realizables, con visión y creatividad, pensando en el país, planificando el desarrollo sostenible y concreto, no con discursos. En otras palabras, consolidando el aparato productivo en concordancia con las potencialidades de la agricultura, la ganadería, la manufactura, los servicios, la infraestructura productiva. La educación, la ciencia y la cultura.

La frontera norte será más que un nombre, una realidad, que debe experimentar una transformación integral y profunda que dé cuenta de un nuevo Ecuador: creativo, decidido e inclaudicable. El Estado o el Gobierno deben hacer cumplir las leyes y hacer respetar los derechos de los ecuatorianos.